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Fragilidad de la Realidad en la Era de la Posverdad

En la historia de la humanidad, las narrativas compartidas han sido fundamentales para la cohesión social. Religiones, mitologías, filosofía e incluso la ciencia han buscado establecer un consenso sobre la realidad, proporcionando una base común para el entendimiento. Sin embargo, en la era contemporánea, la fragilidad de la realidad intersubjetiva se ve amenazada por la ascendencia de la posverdad, un fenómeno que, impulsado por el liberalismo, ha elevado la realidad subjetiva e individual a nuevas alturas, socavando el tejido mismo de nuestra infraestructura social.

Las religiones, al igual que otras formas de comprensión compartida, han desempeñado históricamente un papel crucial en la construcción de una realidad intersubjetiva. Su propósito ha sido forjar consensos que faciliten (para bien o para mal) la convivencia y proporcionen una base sólida para el progreso social. Sin embargo, hoy, la posverdad ha desafiado este paradigma al enfatizar la primacía de las verdades subjetivas sobre las objetivas.

El liberalismo, al abogar por la libertad individual y la autonomía, ha fortalecido la percepción de que cada persona tiene su propia realidad válida. Aunque este enfoque ha traído consigo beneficios notables, también ha dado lugar a la fragmentación de la realidad intersubjetiva, debilitando el consenso que sostiene nuestras interacciones sociales.

La posverdad, con su énfasis en las emociones y las creencias personales sobre los hechos objetivos, ha erosionado la confianza en las narrativas compartidas. Este fenómeno, amplificado por las redes sociales y la rápida difusión de información no verificada, ha llevado a la polarización y al escepticismo generalizado.

Para abordar esta fragilidad emergente, se requiere una reconsideración de los incentivos sociales. La creación de un proyecto social común, que promueva valores compartidos y objetivos colectivos, debe convertirse en una prioridad. Esto implica reconocer que la realidad intersubjetiva es esencial para la estabilidad social y que la posverdad, aunque puede empoderar a las realidades individuales, amenaza la cohesión social.

La solución, entonces, radica en la creación de incentivos significativamente fuertes que fomenten la participación activa en la construcción y mantenimiento de una realidad intersubjetiva robusta. Esto podría incluir recompensas sociales, beneficios económicos y el fortalecimiento de la educación que promueva la apreciación de la objetividad y la importancia de un consenso compartido.

En última instancia, el desafío contemporáneo radica en encontrar un equilibrio entre la libertad individual y la necesidad de una realidad intersubjetiva sólida. Solo al reconocer y abordar la fragilidad de esta realidad compartida podemos esperar mantener la infraestructura social necesaria para una sociedad funcional y próspera.